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domingo, 25 de septiembre de 2011

El MIEDO A VENCER

¿Puede el triunfo llegar a parecerse al infierno?

El éxito puede -y eso se da en el común de los casos- abarcar en su totalidad a la vida pública y lesionar o herir de forma irreversible a la vida privada. Este es el punto central que hay que aprender a manejar, para no enfermar, verdaderamente. Si para triunfar, debemos perjudicar a los seres que nos rodean y pagar luego esas consecuencias con boomerangs inevitables o con la intranquilidad de nuestra propia conciencia, el triunfo inicial terminará siendo una carga pesada e insalubre.

La parte medular de la cuestión es saber si ganar nos hará bien, nos mantendrá equilibrados internamente y nos hará sentir dignos y libres. Ese es el nivel justo por donde debe pasar una sana competencia y la i colocación adecuada en una cierta jerarquía social. ¿Cómo disfrutar la propia victoria cuando, a través de ella nos privamos también de cierta estima o hasta del amor? Para no atravesar por estos conflictos, es necesario saber qué significa en su auténtico sentido una competencia y por qué y para quién queremos nosotros competir.

Si aprendimos bien el ejercicio de conocernos internamente, sabremos cuál es nuestra naturaleza y, consecuentemente, cuál será nuestro comportamiento. En muchas otras circunstancias, la posibilidad de un triunfo significa dar un paso más allá de la existencia rutinaria de todos los días, y ese paso, la mayor parte de las veces, genera miedo. Este caso suele darse muy frecuentemente entre los tenistas profesionales. Si un jugador juega diez partidos en el año contra otro y pierde siempre, cuando llegue el partido número once, aunque ahora vaya ganando por varios games de diferencia, sólo en los tantos finales se verá si consigue superar el miedo a vencer. El miedo a que todo sea distinto a como fue hasta ahora: la copa en lugar de la frustración, los aplausos en lugar de la indiferencia, el discurso final frente al público en lugar de la soledad del vestuario.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Luchar por los objetivos

Luchar por conseguir lo que se quiere no significa tener que "vender el alma", sino hacer un ejercicio de introspección, internándose en uno mismo para conocerse a fondo y luego observar e interpretar las reacciones propias ante las realidades: sean gratificantes, comprometidas o adversas, que se nos plantean a diario.

•Compita: Manifiesta o disimulada, la competencia es imposible de evitar del todo; por lo tanto, corresponde enfrentarla.
 
Adáptese: Para competir con éxito, una de las mejores armas es saber cómo adecuarse lo mejor posible a las múltiples situaciones que se presentan, sopesándolas con crudeza. Recuerde que adaptarse, nunca significa enfrentar.

Conózcase: Esto significa que debemos tomar conciencia de hasta dónde llega nuestra capacidad y cuáles son nuestros límites.

Valórese: Ligada obviamente a la anterior. Aquí no vale la falsa modestia. Es preciso reconocer sin enmascaramientos con qué cualidades contamos para triunfar.

•Sea humilde: Tampoco caigamos en la vanidad absurda; debemos tener bien en claro por qué resquicio de nuestra personalidad quedan al descubierto nuestros defectos. Este conocimiento profundo y descarnado de nosotros mismos, aunque a veces nos resulte doloroso, es sano, revelador y necesario. Nos permite no gastar inútilmente energías en ambiciones desmedidas y, también, no acurrucamos en un rincón, sintiéndonos disminuidos, cuando contamos con aptitudes que nos eran desconocidas para ocupar roles o desempeñar funciones de mayor envergadura.

jueves, 1 de septiembre de 2011

El éxito está de moda


En la actualidad, más que en ningún otro tiempo, el éxito está de moda. Para ocupar el mínimo lugar en la consideración de los demás, parece ser una obligación mostrarse inteligente, lindo, rico y famoso. Pero, por supuesto, la palabra éxito no tiene un significado tan simple y obtenerlo en la disciplina que fuere, ha sido un desvelo constante hasta en el hecho más trivial de la vida. Siempre queremos destacarnos, desde una simple preparación culinaria o ser el mejor deportista, hasta obtener las más altas calificaciones en los exámenes o conquistar a la persona de nuestros sueños.

Perder, ya se sabe, genera frustración. Cuando se ponen en juego elementos esenciales de la existencia, el éxito también puede ser un factor detonante de circunstancias futuras, porque si perder da miedo, en no pocos casos, vencer suele dar pánico. Esta es una de las principales razones por las cuales no siempre el éxito acompaña como resultado final a la persona más inteligente, valerosa u honesta.

Generalmente, el triunfador es aquel que demuestra también tener capacidad para manejarse en las situaciones más diversas: saber ejecutar y conseguir, con picardía, ubicarse en primer plano. Esta suma de sapiencia más habilidad es el camino que conduce al éxito. ¿Que cualquiera puede ponerlo en práctica? Tal vez sea así, pero ¿cómo? Simplemente, descubriendo en su personalidad las virtudes y los defectos que, aun inconcientemente, utiliza en la dura competencia cotidiana ,y a través de esos conocimientos, elaborar las estrategias adecuadas. Más adelante veremos cómo convertirse en un auténtico triunfador.