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domingo, 25 de septiembre de 2011

El MIEDO A VENCER

¿Puede el triunfo llegar a parecerse al infierno?

El éxito puede -y eso se da en el común de los casos- abarcar en su totalidad a la vida pública y lesionar o herir de forma irreversible a la vida privada. Este es el punto central que hay que aprender a manejar, para no enfermar, verdaderamente. Si para triunfar, debemos perjudicar a los seres que nos rodean y pagar luego esas consecuencias con boomerangs inevitables o con la intranquilidad de nuestra propia conciencia, el triunfo inicial terminará siendo una carga pesada e insalubre.

La parte medular de la cuestión es saber si ganar nos hará bien, nos mantendrá equilibrados internamente y nos hará sentir dignos y libres. Ese es el nivel justo por donde debe pasar una sana competencia y la i colocación adecuada en una cierta jerarquía social. ¿Cómo disfrutar la propia victoria cuando, a través de ella nos privamos también de cierta estima o hasta del amor? Para no atravesar por estos conflictos, es necesario saber qué significa en su auténtico sentido una competencia y por qué y para quién queremos nosotros competir.

Si aprendimos bien el ejercicio de conocernos internamente, sabremos cuál es nuestra naturaleza y, consecuentemente, cuál será nuestro comportamiento. En muchas otras circunstancias, la posibilidad de un triunfo significa dar un paso más allá de la existencia rutinaria de todos los días, y ese paso, la mayor parte de las veces, genera miedo. Este caso suele darse muy frecuentemente entre los tenistas profesionales. Si un jugador juega diez partidos en el año contra otro y pierde siempre, cuando llegue el partido número once, aunque ahora vaya ganando por varios games de diferencia, sólo en los tantos finales se verá si consigue superar el miedo a vencer. El miedo a que todo sea distinto a como fue hasta ahora: la copa en lugar de la frustración, los aplausos en lugar de la indiferencia, el discurso final frente al público en lugar de la soledad del vestuario.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Para obtener el éxito

La lucha que cada día entablamos con la vida para obtener el éxito es, seguramente, un aspecto -tal vez el principal- de nuestra realidad cotidiana. Tal como está planteada la sociedad hoy en día, es un imperativo que hay que afrontar. Y en esa diaria contienda, ¿quién no conoce a personas brillantes, inteligentes, instruidas; de buena presencia, con diplomas y distinciones en sus carreras, que no pasan de ser gente desconocida, con perfil bajo, cuya vida social y sentimental se asemeja a una llanura semidesértica? Gente que, en definitiva, y para mucha otra gente, "no ha triunfado ". O por el contrario, ¿quién no recuerda sin detenerse a pensar demasiado, a otros seres menos dotados que ocupan, casi naturalmente, roles de gran responsabilidad que no siempre parecen los más adecuados para ellos, cuyos días transcurren rodeados de amigos y en medio de estremecedoras historias de amor, placer y lujos de todo tipo? Personas que, para muchas otras personas, son "grandes triunfadores".

No hay indicadores de medida para el éxito. Pasarse treinta años de una vida dentro de un oscuro laboratorio para un día descubrir un remedio contra la alergia, puede parecer un triunfo para muchos. Para otros, los que sueñan con profesiones menos humanitarias y plazos más cortos, el logro científico les parecerá un fracaso: considerarán más exitoso a un joven ejecutivo que con sus habilidades y contactos logró ascender cuatro puestos en la escala jerárquica en menos de dos años. Sin embargo, cabe un común denominador para ambos ejemplos:

A) La búsqueda: Buscar algo, aunque sea durante toda una vida, con toda la energía y tesón del que se es capaz. Esa búsqueda puede ser en pos de un descubrimiento asombroso, un puesto jerárquico o un bien material, como una casa (o varias) un millón de dólares (o diez, o cien), fama o admiración.

B) El hallazgo: No sirve de nada buscar algo si no se lo encuentra. Para que haya éxito, no alcanza con la búsqueda. Casi podría decirse que búsqueda y hallazgo son condiciones necesarias, pero no suficientes en sí mismas para lograr el éxito. En otras palabras, una sin el otro, no garantiza nada. Si nos pasamos años buscando algo y nunca lo encontramos, habremos fracasado. Y si encontramos algo buscar y encontrar, no es cuestión de suerte o de coordenadas mágicas; tampoco puede brindar una explicación lógica el destino. Más bien, hay que remitirse a la palabra destreza.

Sin dudas, hay personas que están mejor adiestradas que otras para afrontar distintos desafíos. Ese entrenamiento y una gran intrepidez para participar en la carrera hacia una meta determinada, es la base fundamental para triunfar en todos los aspectos de nuestra existencia.