A través de estos ejercicios espirituales pretendemos adiestrar la atención para poder sobrellevar nuestra compulsiva función mental, así como también el letargo que a veces se instala en ella. Aprenderemos a refinar la atención de manera que la podamos dirigir a voluntad y así atender sólo esos aspectos de la realidad que uno siente que son importantes y que valen la pena.
Esta técnica es muy buena para cultivar la salud mental y la felicidad genuina a través de un contacto contemplativo con la naturaleza de la conciencia, intentando abrirle la puerta a un sentido del bienestar que sólo sale de una mente equilibrada y quieta.
Para realizar este ejercicio espiritual tratamos de estar lo más relajados posible y escuchamos una música armoniosa.
Vamos a contemplar nuestras manos, las observamos detenidamente, cada línea, cada pliegue, cada curva, el color, la piel, nuestras manos, tan necesarias y gentiles, tan humildes...; observamos nuestros dedos: recorremos sus formas.
Miramos nuestras manos agradeciendo su generosa colaboración durante toda nuestra vida; colocamos las manos sobre la falda, con las palmas hacia arriba, escuchamos la música, sentimos que ellas también lo están haciendo...
Esta técnica es muy buena para cultivar la salud mental y la felicidad genuina a través de un contacto contemplativo con la naturaleza de la conciencia, intentando abrirle la puerta a un sentido del bienestar que sólo sale de una mente equilibrada y quieta.
Para realizar este ejercicio espiritual tratamos de estar lo más relajados posible y escuchamos una música armoniosa.
Vamos a contemplar nuestras manos, las observamos detenidamente, cada línea, cada pliegue, cada curva, el color, la piel, nuestras manos, tan necesarias y gentiles, tan humildes...; observamos nuestros dedos: recorremos sus formas.
Miramos nuestras manos agradeciendo su generosa colaboración durante toda nuestra vida; colocamos las manos sobre la falda, con las palmas hacia arriba, escuchamos la música, sentimos que ellas también lo están haciendo...
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