Cuando comprendemos que hemos abusado, que nos hemos intoxicado, surge el impulso, la voluntad de cambiar.
La enfermedad crea la motivación o la voluntad de curarnos. Por lo tanto, es esta misma enfermedad, la que nos da el impulso arrollador, la voluntad necesaria para generar el cambio de orientación.
Suprimir la enfermedad, equivale a matar la fuente de la voluntad de curación. No se debe eliminar la enfermedad, sino que se la debe controlar y reducir a una mínima expresión. Así la enfermedad «desaparece», no se manifiesta; pero subsiste como una amenaza latente. Esta amenaza, continuamente genera la voluntad para no volver a enfermar.
Este es el principio de las artes marciales: aprovechar la fuerza del enemigo, para vencerlo, es decir, aprovechar la enfermedad o la amenaza latente de la misma, para crear voluntad para mantenerse sano.
Viendo las cosas así, la enfermedad puede ser una experiencia muy positiva.
La enfermedad crea el camino hacia la salud.
El exceso de salud, crea el camino hacia el deterioro orgánico. La persona más fuerte, más saludable, es la que más abusa, más se intoxica y acaba enfermando. Se debe permitir que las personas muy fuertes abusen hasta el punto de enfermar, porque sólo así comprenderán el gran valor de la salud.
El gran enemigo de la salud no es la enfermedad, sino el exceso de salud.
Para crear una formidable vitalidad, es necesario haber pasado por la experiencia de la enfermedad. Esta nos obliga a abrir los ojos y a tomar conciencia del milagro de la vida. Quien nunca estuvo enfermo, no conoce la verdadera salud. Esta, es un estado de gran vitalidad y de poderosos impulsos. Es lo más grande que un ser humano puede obtener.
Ella sólo es otorgada a aquellos que se han esforzado por adquirirla, luego de haber experimentado la enfermedad.
Si se tiene la gran salud, se posee una fuerza casi mágica que nos permite realizar fácilmente cualquier sueño o propósito en la vida.
La enfermedad crea la motivación o la voluntad de curarnos. Por lo tanto, es esta misma enfermedad, la que nos da el impulso arrollador, la voluntad necesaria para generar el cambio de orientación.
Suprimir la enfermedad, equivale a matar la fuente de la voluntad de curación. No se debe eliminar la enfermedad, sino que se la debe controlar y reducir a una mínima expresión. Así la enfermedad «desaparece», no se manifiesta; pero subsiste como una amenaza latente. Esta amenaza, continuamente genera la voluntad para no volver a enfermar.
Este es el principio de las artes marciales: aprovechar la fuerza del enemigo, para vencerlo, es decir, aprovechar la enfermedad o la amenaza latente de la misma, para crear voluntad para mantenerse sano.
Viendo las cosas así, la enfermedad puede ser una experiencia muy positiva.
La enfermedad crea el camino hacia la salud.
El exceso de salud, crea el camino hacia el deterioro orgánico. La persona más fuerte, más saludable, es la que más abusa, más se intoxica y acaba enfermando. Se debe permitir que las personas muy fuertes abusen hasta el punto de enfermar, porque sólo así comprenderán el gran valor de la salud.
El gran enemigo de la salud no es la enfermedad, sino el exceso de salud.
Para crear una formidable vitalidad, es necesario haber pasado por la experiencia de la enfermedad. Esta nos obliga a abrir los ojos y a tomar conciencia del milagro de la vida. Quien nunca estuvo enfermo, no conoce la verdadera salud. Esta, es un estado de gran vitalidad y de poderosos impulsos. Es lo más grande que un ser humano puede obtener.
Ella sólo es otorgada a aquellos que se han esforzado por adquirirla, luego de haber experimentado la enfermedad.
Si se tiene la gran salud, se posee una fuerza casi mágica que nos permite realizar fácilmente cualquier sueño o propósito en la vida.