Una moda que viene de otros países y se impone por lo cómoda. Pero no todo lo dietético es hipocalórico.
Vivimos en una sociedad "diet"? Si nos guiamos por la cantidad de productos dietéticos que han inundado el mercado, parecería que sí. Ahora, los alimentos engordantes pueden ser mirados con cierta expresión de despreciativa prescindencia; para consolarnos, ahí están sus similares, igualmente tentadores pero desprovistos de tantas calorías.
Permisiva y acomodaticia, renuente a abandonar los placeres, nuestra cultura occidental busca aligerar la conciencia y el cuerpo de algunos pesos molestos. Pero es en lo físico y no en lo espiritual donde, evidentemente, se están alcanzando los mayores logros. Las comidas "diet" marcan un avance tentador en nuestra perpetua carrera contra los kilos innecesarios.
La moda proviene de Estados Unidos, y no es casual: basta pasearse por las calles de las principales ciudades norteamericanas para tropezar, una y otra vez, con obesos de toda edad y condición. Ellos -y su preocupación por adelgazar-son los que han generado un floreciente negocio basado en los libros, casetes y videos con dietas, los concentrados proteínicos, tisanas, gimnasias diversas y, sobre todo, los cómodos productos "diet". Estos últimos, tras triunfar allí y en Europa, comienzan a imponerse en nuestro país.
En los grandes supermercados es muy fácil encontrar desde bebidas y mayonesas hasta mermeladas, yogures y comidas congeladas de este tipo. Su principal característica es que tienen menos calorías que sus equivalentes "normales", merced a que en su elaboración se ha disminuido la cantidad de grasas o azúcares, incorporando a cambio más agua, o edulcorantes artificiales en los casos que los requieran. En cuanto a sus ventajas, son numerosas: permiten que las dietas sean variadas, no nos hacen renunciar por completo a nuestros caprichos gastronómicos, evitan que sobrecarguemos nuestro organismo con grasas y azúcares y pueden formar parte de los ingredientes habituales en cualquier cocina.
Algo importante y para tener en cuenta: no todos los productos "diet" son tan hipocalóricos como desearíamos. Por eso, conviene adquirir el hábito de analizar las etiquetas donde figure la composición del producto. Así podremos advertir cuándo la menor cantidad de grasa está compensada por un aumento en los azúcares.
Aunque nuestra oferta de alimentos dietéticos no es comparable a la de otros países, aun con los actuales podríamos inaugurar una mentalidad distinta, una actitud diferente a la hora de elegir nuestras comidas. Por ejemplo, un desayuno compuesto por una infusión con leche descremada y edulcorante y dos tostadas de pan integral con mermelada dietética aporta 180 calorías, en tanto que el mismo desayuno "normal" brinda 390. Una diferencia que da para pensar, ¿no?
Por supuesto, existen quienes no toleran el sabor de los endulzantes artificiales y son capaces de reconocer su huella en cualquier producto dietético, así como los partidarios de las comidas naturales, desprovistas de sustancias químicas. En estos casos, la mentalidad "diet" optará por aquellos alimentos espontáneamente ligeros: pescado en lugar de carnes rojas, comidas al vapor y no fritas, harinas integrales en lugar de blancas... En definitiva, un régimen alimenticio que nos permita reconciliarnos con nuestra figura sin renunciar a las comidas sabrosas.
Vivimos en una sociedad "diet"? Si nos guiamos por la cantidad de productos dietéticos que han inundado el mercado, parecería que sí. Ahora, los alimentos engordantes pueden ser mirados con cierta expresión de despreciativa prescindencia; para consolarnos, ahí están sus similares, igualmente tentadores pero desprovistos de tantas calorías.
Permisiva y acomodaticia, renuente a abandonar los placeres, nuestra cultura occidental busca aligerar la conciencia y el cuerpo de algunos pesos molestos. Pero es en lo físico y no en lo espiritual donde, evidentemente, se están alcanzando los mayores logros. Las comidas "diet" marcan un avance tentador en nuestra perpetua carrera contra los kilos innecesarios.
La moda proviene de Estados Unidos, y no es casual: basta pasearse por las calles de las principales ciudades norteamericanas para tropezar, una y otra vez, con obesos de toda edad y condición. Ellos -y su preocupación por adelgazar-son los que han generado un floreciente negocio basado en los libros, casetes y videos con dietas, los concentrados proteínicos, tisanas, gimnasias diversas y, sobre todo, los cómodos productos "diet". Estos últimos, tras triunfar allí y en Europa, comienzan a imponerse en nuestro país.
En los grandes supermercados es muy fácil encontrar desde bebidas y mayonesas hasta mermeladas, yogures y comidas congeladas de este tipo. Su principal característica es que tienen menos calorías que sus equivalentes "normales", merced a que en su elaboración se ha disminuido la cantidad de grasas o azúcares, incorporando a cambio más agua, o edulcorantes artificiales en los casos que los requieran. En cuanto a sus ventajas, son numerosas: permiten que las dietas sean variadas, no nos hacen renunciar por completo a nuestros caprichos gastronómicos, evitan que sobrecarguemos nuestro organismo con grasas y azúcares y pueden formar parte de los ingredientes habituales en cualquier cocina.
Algo importante y para tener en cuenta: no todos los productos "diet" son tan hipocalóricos como desearíamos. Por eso, conviene adquirir el hábito de analizar las etiquetas donde figure la composición del producto. Así podremos advertir cuándo la menor cantidad de grasa está compensada por un aumento en los azúcares.
Aunque nuestra oferta de alimentos dietéticos no es comparable a la de otros países, aun con los actuales podríamos inaugurar una mentalidad distinta, una actitud diferente a la hora de elegir nuestras comidas. Por ejemplo, un desayuno compuesto por una infusión con leche descremada y edulcorante y dos tostadas de pan integral con mermelada dietética aporta 180 calorías, en tanto que el mismo desayuno "normal" brinda 390. Una diferencia que da para pensar, ¿no?
Por supuesto, existen quienes no toleran el sabor de los endulzantes artificiales y son capaces de reconocer su huella en cualquier producto dietético, así como los partidarios de las comidas naturales, desprovistas de sustancias químicas. En estos casos, la mentalidad "diet" optará por aquellos alimentos espontáneamente ligeros: pescado en lugar de carnes rojas, comidas al vapor y no fritas, harinas integrales en lugar de blancas... En definitiva, un régimen alimenticio que nos permita reconciliarnos con nuestra figura sin renunciar a las comidas sabrosas.
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