Desde hace algunos años, la prímula se ha convertido en una de las plantas más aceptadas por la ciencia médica, gracias a su amplia acción terapéutica. El poder curativo de la prímula fue descubierto por los indios de América del Norte, que utilizaban sus raíces y semillas para preparar medicinas.
En el siglo XVII se comenzó a utilizar la prímula como una planta curativa, pero recién hace algunos años se produjo la revolución del aceite de prímula y sus semillas.
La prímula del atardecer (conocida científicamente como Oenotheras biennis) posee un aroma similar al de la flor de la vid. Cada flor se abre durante la noche y se marchita a la mañana siguiente, dando lugar a una cápsula de, aproximadamente, unas doscientas semillas. Para llenar una cápsula de 500 mg de aceite de prímula se necesitan unas 5000 pequeñas semillas. Es decir, que para cada elaborar una sola cápsula se requieren unas veinticinco flores.
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